Despegando

Después de ver cómo a través de los blogs voy sabiendo cómo les va a algunos de mis compañeros repartidos por medio mundo, he acabado cayendo en la tentación y, voilá, aquí está mi página.

En el fondo necesitaba algo así para poder desahogarme al llegar a casa.

Los primeros días en Londres no han sido fáciles; sí, ya se que es difícil de creer y que Paula desde México o Eduardo desde Río podrán echarme la bronca porque sus destinos sí son todo un reto, pero en el fondo a mí me está costando mucho despegar fuera de mi ambiente y sin mi gente aquí conmigo...se ve que una es más débil de lo que pensaba.

He pasado unas semanas un poco aturdida, mustia, sin reir como yo suelo hacerlo. Es cierto que tampoco puedo decir que haya estado mal, simplemente no era yo. Ahora ya empiezo a serlo.

Y es que el jueves pasado mientras estaba en el sofá de casa, sola, sin tele (todo un drama, creedme) y mirando a la pared me dije: oye tu tienes que salir. A quien se le diga que vives en pleno centro de Londres, que eres protagonista de una oportunidad que no a todo el mundo se le presenta... me arreglé, me puse mona, cogí mi ipod y me largué de compras por Oxford Street.

Sí, el sueldo no me da para el acto de comprar en sí, pero "irse de compras" para mí es increible -y muy superficial, lo admito- aunque vuelva a casa con las manos vácías.

Mientras iba por la calle y escuchaba a mis Take That, of course, justo al pasar por delante de los almacenes Selfridges me acordé de que el 20 de enero de 1999 -la primera vez que vine a Londres con 14 años- me hice una foto justo en la puerta, y que siempre decía que de mayor me vendría a vivir a esta ciudad a la que adoro. Pues bien, 10 años después estaba en ese mismo sitio... en realidad mi sueño se había hecho realidad.

A partir de entonces ahora solo quiero disfrutar de lo que esta ciudad me puede dar, de su ambiente, de su movimiento, ... incluso de su clima!!!

Así que aquí estoy, intentando disfrutar, aunque con una buena parte de mi cabeza en España, en mis dos casas -una con playa y la otra sin ella- y en la persona que desde la distancia me hace feliz siempre, hasta en los malos momentos, sin que se de siquiera cuenta.